En el momento en que chirrían los frenos, es importante prestar atención, ya que a largo plazo podría tener consecuencias perjudiciales para este elemento vital de seguridad.
El chirrido de los frenos puede ser causado principalmente por la acumulación de suciedad en las pinzas y el óxido que se forma en la superficie de los discos. Sin embargo, existen otras posibles causas, como la falta de rodaje de las pastillas después de reemplazarlas o el cristalizado de las mismas debido al calor generado por un uso muy intenso.
La primera medida que debes tomar cuando aparezcan estos ruidos molestos es una buena limpieza. En algunos casos, un lavado a fondo con agua a presión y jabón puede ser suficiente para eliminar el polvo generado por el roce de las pastillas y la suciedad acumulada en los bajos del coche a lo largo de los kilómetros.
Si bien esta sencilla medida puede eliminar la mayoría de los ruidos en muchas ocasiones, en algunos casos será necesario realizar una limpieza específica del sistema de frenos. Esto implicará desmontar las ruedas e incluso las pinzas, y utilizar productos limpiafrenos diseñados específicamente. Te recomendamos llevar a cabo esta operación en un taller mecánico, ya que requiere desmontar piezas y realizarla con la ayuda de un elevador.
Con frecuencia, el ruido de los frenos aparece después de que el automóvil haya estado inmovilizado durante un período prolongado. En estos casos, lo más probable es que el polvo acumulado en las superficies de fricción sea la causa. Bastará con conducir algunos kilómetros y realizar frenadas suaves para que el simple roce limpie estas superficies por sí mismas.
El óxido también puede ser responsable de los chirridos y, por lo general, se debe a un largo período de inactividad del vehículo o a la propia antigüedad del mismo. Si el óxido no es muy extenso, desaparecerá con el uso después de unos kilómetros. Sin embargo, si la oxidación de los discos de metal es considerable, será necesario desmontarlos y pulirlos (sin exceder el grosor mínimo permitido) o incluso reemplazarlos por discos nuevos si están muy desgastados.
Cuando realices el mantenimiento de los frenos, debes tener cuidado especial con los aceites y las grasas, evitando utilizarlos en cualquier parte del sistema. Si es necesario lubricar alguna pieza de los frenos para evitar rozamientos y ruidos, siempre utiliza productos específicos para este fin, como aquellos con base cerámica.
Sin embargo, en caso de que por alguna circunstancia cualquier tipo de sustancia aceitosa ensucie los frenos, deberás realizar una limpieza exhaustiva con los productos limpiadores mencionados anteriormente. En este caso, también será necesario cambiar las pastillas, ya que se habrán vuelto inutilizables al contaminarse con cualquier grasa presente.
Cuando reemplaces las pastillas o los discos, es fundamental llevar a cabo un adecuado rodaje de las nuevas piezas para evitar chirridos y asegurar un funcionamiento correcto. Conducir con suavidad durante unos 500 kilómetros, evitando frenadas bruscas y altas velocidades, permitirá que las superficies de fricción se adapten y se desgasten uniformemente, sin generar roces ni ruidos que puedan volverse permanentes.
En situaciones en las que los frenos se utilicen intensivamente, como en conducción deportiva o al descender pendientes pronunciadas, es posible que alcancen altas temperaturas y que la superficie de las pastillas se cristalice. Para evitar tener que reemplazar las pastillas prematuramente, es importante mantener un adecuado sistema de refrigeración circulando a velocidad moderada en el primer caso, y aprovechar el freno motor para ayudar a los frenos en el segundo caso.
Por último, el agua también puede ser una causa temporal de ruidos en los frenos. Cuando llueve, la superficie de los discos se moja y puede producir ruidos, los cuales desaparecerán poco después de comenzar a conducir. A medida que avanzas y los frenos se secan debido al giro de las ruedas y al aumento de temperatura generado por su funcionamiento, estos ruidos desaparecerán gradualmente.